Mi tarde de cine en tiempos de COVID

Cines del centro comercial Ponte Vella

Tras más de ocho meses sin pisar los cines del centro comercial Ponte Vella, la semana pasada me decidí, no sin cierto remordimiento de conciencia a darle una oportunidad a la gran pantalla. Las medidas sanitarias anunciadas por todas partes, y mi creencia, errónea como pude comprobar, de que la gente está concienciada me animó a ir con dos niños a disfrutar de una tarde de cine.

Tras estudiar atentamente la disponibilidad de asientos, distribuidos por «islas», escogí tres butacas en lo alto de la sala. Llegamos pronto, de hecho fuimos los primeros en acceder a la sala, este hecho nos animó a disfrutar en ese momento del pequeño piscolabis que habíamos comprado a la entrada. Cuando los siguientes espectadores entraron, ya estábamos de nuevo con nuestra mascarilla bien colocada.

Los compañeros de jornada cinéfila en cuestión, eran dos adultos, una niña y las palomitas, patatas, chucherías y refrescos que traían consigo. Por su puesto accedieron a la sala con la mascarilla por la barbilla, ¿cómo resistirse a una palomitas recién hechas? Los tres, incluido uno de los adultos que no comió nada, estuvieron con la mascarilla bajo la barbilla, toda la película.

Al poco de empezar la película llegó otro adulto con una menor, acompañados de sus palomitas de las que solo la niña disfrutaba. El adulto una vez la menor estaba metida en la película, se retiró la mascarilla y se puso a dormir.

Resultado: nadie, excepto nosotros teníamos la mascarilla puesta.

Y ahí empezó mi pesadilla, ¿salgo fuera y aviso a los responsables del cine? No, porque ya ha entrado uno y no les ha dicho nada.

¿Le digo algo al caballero que está más cerca nuestra disfrutando de la siesta sin mascarilla? Mejor no, estoy con los niños y es capaz de ponerse borde sin importarle que haya menores delante.

¿Nos vamos del cine en un intento de preservar nuestra integridad física? No lo hicimos, el hecho de que estuviéramos equipados con una buenas mascarillas y mi rabia a dejar a los niños sin su tarde de cine hicieron el resto.

Al próximo que se atreva a decirme que la sociedad está concienciada con la pandemia que tenemos encima lo mando a freír espárragos. No hemos aprendido nada y las últimas cifras de contagios demuestran que seguimos sin hacerlo

Ojalá que esto sea solo una mala experiencia que tan sólo yo he sufrido, pero como dicen en mi pueblo: «Una y no más Santo Tomás».

Yolanda P.C.

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