Distinguiendo entre una baldosa decorativa y otra con historia

Suelo
Suelo

Hoy es común ver suelos que parecen antiguos, con patrones florales, colores suaves y una apariencia que sugiere tradición. Pero muchas veces son solo imitaciones bien hechas. Lo que la gente suele llamar “suelo vintage” o “estilo retro” es, en realidad, una reinterpretación moderna de un material con mucha más historia: la baldosa hidráulica.

No es un término de moda. Estas baldosas llevan más de un siglo en las casas, patios y edificios públicos del sur de Europa y América Latina. Nacieron como alternativa decorativa a los suelos lisos, con una técnica artesanal que permitía fabricar piezas a mano, una a una, usando moldes de hierro y pigmentos minerales. Cada una tenía su patrón, su color, su imperfección mínima. Y al colocarlas todas juntas, se creaba un mosaico visual que hacía único cada espacio.

Qué diferencia una baldosa hidráulica real de una imitación cerámica

Hoy en día, con la cantidad de opciones que hay en el mercado, no es raro que mucha gente confunda una baldosa hidráulica con un azulejo hidráulico. Pero hay una diferencia clara. Las primeras están hechas con cemento comprimido, sin cocción, y tienen un espesor mayor. Las segundas son versiones cerámicas que imitan su apariencia pero no su composición ni su textura.

Esto no es necesariamente algo malo. El azulejo hidráulico tiene ventajas prácticas: pesa menos, se instala más rápido, resiste mejor la humedad y no necesita tantos cuidados. Por eso es ideal para zonas como cocinas, duchas o incluso fachadas exteriores. Pero si lo que se busca es autenticidad, personalidad y ese envejecimiento natural que da carácter al espacio, entonces la baldosa tradicional sigue ganando.

Una forma de distinguirlas es fijarse en el borde. Las baldosas hidráulicas suelen ser más porosas, no tienen esmalte, y si se parten, se ve que el color va en capa. No es una impresión superficial. Además, su tacto es más cálido, menos resbaladizo. Algo que también influye en cómo se siente el espacio bajo los pies.

Dónde tiene sentido usar cada una y cómo combinarlas bien

No todos los suelos tienen que ser iguales en toda la casa. Hay lugares donde conviene apostar por resistencia y limpieza fácil, y otros donde el objetivo es crear impacto visual. Una baldosa hidráulica es perfecta para zonas de entrada, salones, galerías o pasillos. Puede actuar como delimitador natural entre ambientes sin necesidad de muros ni puertas. También puede usarse como base decorativa bajo una mesa o en la zona central de una habitación, formando una especie de alfombra de cemento.

Por otro lado, el azulejo hidráulico funciona mejor en paredes de baño, traseras de cocina o zonas donde el agua y el vapor son frecuentes. Al estar esmaltado, se limpia con facilidad y no se mancha. Es común verlo en platos de ducha o zonas de lavadero, donde la estética importa pero también se necesita funcionalidad.

Lo interesante es que ambos se pueden combinar sin que parezca forzado. Por ejemplo, un suelo continuo de baldosas lisas con una zona puntual de hidráulicas. O un cuarto de baño con suelo cerámico moderno y paredes decoradas con azulejo hidráulico para dar un punto de color sin recargar.

Los cuidados que a veces nadie menciona

Una baldosa hidráulica auténtica necesita algo más de atención. Hay que sellarla correctamente para que no absorba manchas ni se oscurezca con el tiempo. También conviene limpiarla con productos neutros, sin lejías ni ácidos. Si se cuida bien, dura décadas. Pero si se olvida ese mantenimiento básico, pueden aparecer marcas permanentes o zonas opacas difíciles de recuperar.

En cambio, el azulejo hidráulico necesita menos. Un trapo húmedo y un poco de jabón neutro suelen bastar. Eso sí, hay que evitar golpes fuertes, porque al ser más fino puede astillarse en las esquinas si no está bien colocado.

Hay quien opta por una tercera vía: usar azulejo en zonas críticas, y baldosa en las visibles. De esta forma se logra una estética coherente sin asumir el riesgo de colocar material poroso en lugares poco recomendables.

El componente emocional de estos materiales

Hay algo casi nostálgico en la elección de este tipo de suelos. A muchas personas les recuerda la casa de sus abuelos, los cafés antiguos, las entradas de edificios de principios del siglo pasado. Pero más allá de la estética, hay un valor emocional que otros suelos no tienen. Una conexión con lo manual, con lo que no es idéntico ni perfecto. Una baldosa puede tener una leve variación de tono respecto a la de al lado, y eso es parte de su encanto.

En un mundo donde todo tiende a ser homogéneo, elegir un suelo con historia, aunque sea nuevo, es una manera de personalizar el espacio sin necesidad de llenar de objetos decorativos. A veces, basta con dejar el suelo hablar.

Y aunque hoy todo se puede simular, incluso la imperfección, sigue habiendo una diferencia entre lo que se fabrica en serie y lo que lleva el sello de lo artesanal. No es cuestión de purismo. Es saber elegir qué se quiere transmitir con cada rincón del espacio.

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