
En la actualidad, el acto de comprar ya no comienza con una búsqueda en Google ni con una visita a la página web de una tienda. Cada vez más, empieza con un “me gusta”, un vídeo de apenas 15 segundos o una story diseñada para captar tu atención al instante. Las nuevas generaciones descubren productos, los comparan y, en muchos casos, los adquieren directamente desde Instagram, TikTok o Pinterest. Estas plataformas han pasado de ser simples espacios de entretenimiento a convertirse en auténticos centros comerciales virtuales: desordenados, hipervisuales y repletos de opiniones.
TikTok, el nuevo escaparate
Aunque Instagram sigue siendo el clásico donde las marcas cuidan hasta el más mínimo detalle, la plataforma que más ha revolucionado esta forma de comprar es sin duda TikTok. Ahí, un producto puede volverse viral en cuestión de horas y agotarse en minutos, todo gracias a una reseña espontánea, un “unboxing” inesperado o simplemente porque alguien dijo: “Esto lo necesitas y no sabías que existía”.
La viralidad es tan potente que muchas marcas, incluso pequeñas, han dejado de invertir en tiendas físicas o en publicidad tradicional. Prefieren apostar por microinfluencers o crear su propia cuenta con contenido desenfadado, cercano y auténtico, dentro de una estrategia de social commerce que se aleja de la publicidad tradicional y conecta mejor con el público.
De seguidores a compradores
Otro cambio llamativo tiene que ver con la confianza. Antes, lo que convencía a alguien para comprar era una buena oferta, una reseña en una web de confianza o la recomendación de un amigo. Ahora, esa “confianza” viene de personas que no conoces pero que ves todos los días. Influencers, creadores, incluso desconocidos con buena luz y buena cámara. Si te cae bien quien te enseña un producto, si lo ves usarlo varias veces, si no parece estar vendiéndotelo… acabas considerando esa opinión como válida. Y claro, eso convierte al seguidor en comprador casi sin darse cuenta.
Lo que para algunos parece impulsivo, para las nuevas generaciones tiene lógica: si algo te gusta, lo ves en acción, puedes leer los comentarios, resolver tus dudas ahí mismo y encima comprarlo sin salir de la app, como ya hace un 80 % de los usuarios en España.
Comprar se ha vuelto parte del scroll
El gesto de comprar ya no es una acción puntual. Forma parte del flujo diario. Estás viendo vídeos de recetas y de repente aparece una batidora que te gusta. Sigues deslizando, aparece una camiseta que te hace gracia. Y antes de que te des cuenta, has hecho dos compras y no has salido de la red en ningún momento.
Este tipo de consumo, más emocional, más rápido, tiene sus riesgos, porque no todo lo que brilla en pantalla cumple lo que promete, pero también ha abierto nuevas oportunidades a marcas que antes no tenían visibilidad. Ya no necesitas una tienda enorme ni una campaña millonaria: con un producto llamativo, una buena historia detrás y algo de creatividad, puedes llegar a miles de personas desde tu móvil.
¿Hacia dónde va todo esto?
No hay señales de que esta tendencia se frene. Al contrario, las plataformas ya están adaptándose para facilitarlo aún más. Instagram tiene su propia sección de compras, TikTok está probando carritos integrados y enlaces directos, y los creadores ya saben que vender, hoy, forma parte de su repertorio tanto como entretener o informar.
Por ahora, lo que está claro es que las redes sociales han dejado de ser un espacio exclusivamente para mirar o compartir. Hoy son, sin rodeos, un nuevo canal de compra. Y uno que crece al mismo ritmo con el que hacemos scroll.