Cuando llueve, la mayoría de deportistas no guardan las zapatillas en el armario, se las atan más fuerte. La lluvia forma parte de su rutina como un compañero más de entrenamiento. Correr por el asfalto húmedo, atravesar caminos rurales empapados o dar vueltas al parque mientras caen gotas es algo habitual para ellos. Pero, entrenar bajo la lluvia tiene sus particularidades, y conocerlas te ayuda a disfrutar más… y a cuidar mejor tu cuerpo.

La lluvia cambia las superficies
Cuando el suelo está mojado, no es el mismo de siempre. El asfalto pierde agarre y los caminos de tierra se transforman en terrenos blandos, con baches y zonas resbaladizas. Eso obliga a adaptar la forma de moverte con pisadas más controladas, poniendo más atención en cada curva y haciendo un esfuerzo extra por mantener la estabilidad, todo ello sin ser consciente de ello.
Aunque no se note a simple vista, estos pequeños cambios hacen que los músculos y las articulaciones trabajen más. Los tobillos, las rodillas y la cadera tienen que sostener cada paso con seguridad. El cuerpo entra en modo alerta constante para no perder el equilibrio.
La humedad incrementa la exigencia articular
Si llueve varios días seguidos y sigues entrenando con normalidad, esa carga extra terminará pasándote factura, aunque no de forma inmediata. El cuerpo compensa los pequeños deslizamientos con microajustes constantes, y las rodillas y tobillos son los primeros en asumir ese esfuerzo. Esto no significa que el entrenamiento sea malo o peligroso. Simplemente, el impacto es mayor y la recuperación debe ser mejor. En Ourense, donde los días lluviosos son bastante habituales, esto es lo habitual para muchos corredores y ciclistas. Por eso, no basta con calentar bien antes de salir; también deben pensar en cómo cuidar las articulaciones cuando terminan la sesión.
Una ayuda extra para el cuerpo
Después de entrenar bajo la lluvia, lo ideal es que le des al cuerpo un buen “mantenimiento”. De la misma manera que cuidas el material deportivo para que dure más, las articulaciones también lo necesitan. A veces la recuperación se pasa por alto, pero que es igual de importante que los kilómetros que recorres.
La alimentación y la suplementación son determinantes en este proceso. Algunos ingredientes como el colágeno con magnesio, pueden ser grandes aliados para mantener la elasticidad y la resistencia de tendones, cartílagos y articulaciones. Este tipo de productos aporta nutrientes que favorecen la regeneración del tejido conectivo y ayudan a que el organismo responda mejor ante esfuerzos repetidos en condiciones exigentes, como lo es entrenar bajo la lluvia.
Esto, por supuesto, no sustituye lo básico, como hidratarse bien, estirar con calma y respetar los tiempos de descanso. Pero sí puede ser esa “ayuda” que te evite molestias innecesarias y alargue el bienestar deportivo.
Adaptar la técnica es clave
Entrenar bajo la lluvia no significa que tengas que resignarte a tener un peor rendimiento ni asumir riesgos innecesarios. Con unos cuantos ajustes sencillos puedes disfrutar igual que en un día seco.
Acortar un poco la zancada, por ejemplo, mejora el agarre y reduce el riesgo de resbalones. Mantener el tronco estable ayuda a no sobrecargar las articulaciones cuando el terreno está resbaladizo. Y elegir un calzado con buena suela, pensado para superficies húmedas, da mucha seguridad y evita sustos. También es importante escuchar al cuerpo. Si empiezas a notar cierta rigidez o pesadez en las articulaciones, es señal de que tienes que bajar un poco el ritmo o dar más espacio a la recuperación. No se trata de parar, sino de ser inteligente y cuidar la base que te permite seguir disfrutando del deporte.






